Si de edificio bonito pueden presumir los habitantes de Santa Cruz de Tenerife, sin duda es el de su imponente Quisisana, castillo de aspecto medieval, hotel y desde hace algunos años colegio.
Hoy en día sigue siendo para muchos, uno de los edificios más espectaculares de la capital chicharrera por su estética, su situación y su antigüedad. A pesar de no estar abierto al público para ser visitado, si es cierto que muchos viajeros se acercan hasta él para contemplar su majestuosa fachada.
Su construcción se ordenó llevar a cabo a principios del siglo XX, concretamente en 1902 y el arquitecto designando para ello fue Mariano Estanga. Detrás de este gran proyecto estaba Enrique Wolfson, súbdito británico de origen ruso, pionero en Tenerife del cultivo del plátano, banquero, agente de seguros, consignatario de buques y afincado en la ciudad.
El Sr. Wolfson lo mandó construir pensando en habitarlo junto a su esposa, pero tras la repentina muerte de ésta, cambió de opinión y el 5 de diciembre de 1904 habría sus puertas como el Gran Hotel Quisisana, llamado así porque en aquel entonces era un nombre muy de moda en Italia.
Después de haber alojado en él a turistas del más alto standing a nivel mundial y debido a las constantes guerras acaecidas en el mundo con el consiguiente descenso del turismo internacional en Canarias, uno de los dos hoteles más lujosos de la isla cerraba sus puertas para siempre.
Un 17 de octubre de 1940, bajo el rectorado del padre Andrés Moreno Gilabert, con media docena de curas escolapios y 256 alumnos, comenzaron las clases del Colegio de las Escuelas Pías de Santa Cruz de Tenerife, que sigue en funcionamiento 73 años después.
Paradojas de la vida, la mansión que hace más de un siglo construyó un rico judío sirve hoy de sede a un colegio católico, Las Escuelas Pías.