Llega un momento en la vida en la que a nuestros hijos hay que dejarles que empiecen a volar solos. Nosotros somos de los que pensamos que por cada año que cumplen hay que ir soltando poco a poco la cuerda de autoprotección a la que los llevamos atados desde el momento en que nacen y que no es bueno mantenerlos así de apretados toda la vida.
Nosotros como cualquier padre normal también protegemos a nuestro hijo de una manera exagerada. Aunque crecen a un ritmo vertiginoso no somos conscientes de ello y la cuerda la aflojamos muy despacio, muy lentamente, hasta que llega el día en que tu hijo se te planta delante y te dice “déjame un poco de espacio que me asfixias”, es momento para reflexionar porque sabes que tiene toda la razón del mundo, tiene que empezar a tomar sus propias decisiones y afrontar la vida, con nuestra ayuda y consejos, pero con sus decisiones finales.
El momento de volar solo
Así que para darle “su espacio” y ahora que en octubre, Álvaro, va a cumplir 13 años, le hemos dejado decidir que quiere de regalo y como quiere celebrar su fiesta de cumpleaños. Esperando lo clásico de años anteriores, que si una fiesta con sus amigos y compañeros de clase, una celebración en un cine, una hamburguesería, en…………, pues NO!, este niño nos sorprendió totalmente, ¡no quiero fiesta de cumple!, ¡no quiero regalo alguno!, ¡¡quiero volver a Alemania!!, concretamente a Munich a ver un partido de la Bundesliga, ¡¡toma ya!!.
A nosotros como viajeros que somos, la idea nos pareció una forma especial de celebrar sus 13 años, pero le propusimos un reto… este viaje se lo iba a comer enteramente él solito, o sea, la organización completa del viaje, nosotros por supuesto le podíamos dar algún consejo y guiar a la hora de buscar vuelos, alojamientos, transportes, etc, pero que tenía que ser el solito que lo organizase, así aprende a valorar lo complicado que a veces resulta organizar un viaje a nuestro estilo.
Después de mucho preguntarnos de donde mirar para encontrar los vuelos, le dimos varias indicaciones, le dimos una pequeña lista con varios nombres de buscadores y empezó la búsqueda, se detuvo en liligo.com y encontró unos vuelos a buen precio, así que, lo comentamos y listos! directamente los reservó. Perfecto! ya tenemos el vuelo, ahora tocó buscar el alojamiento, nuestra idea era la de un apartamento por la comodidad y libertad que a nosotros nos aporta, sobre todo para preparar su dieta «sin gluten». Miró en diferentes buscadores y no encontraba nada que se ajustara al importe que le quedaba, lo tenía complicado, ya que le dimos un presupuesto muy ajustado para este viaje y ya en los vuelos se le fue parte del importe acordado. Hemos de reconocer que aunque lo que fue encontrando no estaba nada mal de precio se le escapaba un poco, así que, ni corto ni perezoso entro en couchsurfing y ¡¡wala!!, alojamiento resuelto, unos días haciendo couch y los demás días en un apartamento, entre unas cosas y otras, el joven viajero terminó por ajustar su viaje.
Me parece que a partir de ahora este muchacho nos va a ayudar mucho más en los futuros viajes.
Como podéis ver, y una vez más, nuestro hijo nos dio una lección y nos volvió a confirmar lo que os comentaba al principio del post. Hay que ir soltando la cuerda, hay que ir dejándole poco a poco su espacio y esta vez lo aprovechó muy bien. Así que en octubre salimos nuevamente de viaje, esta vez tocará agradecérselo a este niño que nunca deja de sorprendernos, eso de viajar lo lleva en la sangre.