Exactamente no sabríamos explicar el porque Venezia era uno de los destinos preferidos de Álvaro y que había que incluir inevitablemente en nuestro largo recorrido por Europa durante las pasadas vacaciones.
De los tres, era Álvaro el que más ganas tenía de llegar a Italia y en concreto a Venezia.
Venezia conquista a Álvaro con su magia
Una y otra vez, le preguntamos por ese afán de recorrer la ciudad de los canales, una y otra vez nos respondía lo mismo, pues no sé la verdad, pero es una ciudad a la que quiero ir desde hace mucho tiempo, la he visto mil veces en la tele, en revistas, incluso en los juegos de la Play Station y quiero ver como es en realidad.
De hecho cuando nos sentamos y propusimos este largo viaje, fuimos enumerando cada uno de nosotros las ciudades que más nos gustaban y Álvaro, una de las condiciones que nos puso, fue visitar Venezia.
¡Que decir de esta maravillosa ciudad y que no se haya dicho ya!., a pesar de que ni a Octavio ni a mi nos atraía en demasía y muchísimo menos porque nuestra visita, coincidía el mes de agosto y eso ya sabemos todos lo que significa, gente y más gente!. Lo único que nos mantenía un poco conformes en visitarla era por la tremenda ilusión que le hacía a Álvaro llegar hasta ella.
Para nuestra visita a Venezia, nos alojamos en un camping la tarde anterior, muy cerca del muelle donde se cogía el barco. Apenas había amanecido pero ya vislumbraba un precioso cielo azul. Álvaro ya estaba en pie desde bien temprano, sin duda, embargado por la emoción de saber que ese día, el que había estado esperando durante tiempo, por fin había llegado.
Con alguna que otra mariposilla en el estómago, el joven viajero desayunó rápido, se duchó y pertrechó y nos pusimos en marcha. A las afueras del camping, cogimos el famoso “Vaporetto” y en aproximadamente una media horita de tranquila navegación Venezia se iba dejando ver en el horizonte.
He de reconocer que a medida que el famoso barco se iba acercando a la orilla, a todos nos empezaba a invadir un cosquilleo nervioso. Álvaro no paraba de hablar, sus deseos de tocar tierra eran terriblemente desesperantes. Por fin, el vaporetto se detuvo y pusimos un pie en Venezia.
Nunca se me olvidará la cara de ese chiquillo cuando por fin se bajó del barco, los ojos no le daban de si, ¡mira las góndolas! gritaba, vamos corred hay que encontrar los canales! seguía vociferando agitado. Tranquilo hijo, ni los canales, ni las góndolas se van a ir de aquí, por lo menos de momento, le replicábamos nosotros.
Seis horas estuvimos en total paseando por Venezia. Atravesando sus puentes, recorriendo sus estrechas y húmedas callejuelas repletas de ropa colgada de los balcones, típica estampa italiana, viendo el ir y venir de las típicas góndolas con sus famosos gondoleros paseando a los turistas y como ya es habitual en todos nuestros destinos, también hicimos un Jump en la Plaza San Marcos.
Mientras Octavio captaba con su cámara todos y cada uno de los detalles que le llamaban la atención, yo acompañando a Álvaro, entraba y salía de las innumerables tiendas de trajes y máscaras carnavaleras que invaden sus calles. El joven viajero no estaba dispuesto a abandonar Venezia sin llevarse una máscara de recuerdo. Os prometo que entramos en todas las tiendas dedicadas a ello, se probó decenas de máscaras, unas porque le gustaban, otras porque no le gustaban, daba igual el interés que en él despertaran, estaba dispuesto a divertirse y yo con él. Al final, los dos salimos con nuestra máscara y con ella paseamos por Venezia.
La jornada tocó a su fin y aunque tremendamente cansados, nos costaba dejar Venezia.
Os prometo que nunca imaginé que esta ciudad me gustaría tanto, no me hubiera ido jamás y el mismo sentimiento comparte Octavio conmigo. Álvaro emocionado se despedía de la ciudad que había ocupado durante mucho tiempo sus sueños y que hoy por fin había podido conocer y disfrutar.
Hoy, pasados los meses, Álvaro todavía habla de ella como algo maravilloso y que nunca podrá olvidar. Su padre y yo, nos sentimos enormemente felices de haber hecho realidad otro de sus sueños viajeros.
¡¡Arrivederci Venezia!!