Muy temprano, con el bebote Alvaro durmiendo, embarcamos en el ferry que nos trasladaría a la isla de Ios, una travesía corta, apenas poco más de una hora, en la que pudimos disfrutar del amanecer entras las Cícladas. La navegación fuer muy buena, con la mar en muy buen estado, las sensaciones eran buenas y mas cuando nos acercamos al puerto natural de Ios, la isla se mostraba espléndida ante nosotros.
Nada mas llegar se nos acercaron para vendernos acomodo en las pensiones y apartamentos de la isla, nos decantamos por uno que se encontraba en Ormos (puerto), a unos 20 min. de paseo por unas escaleras del pueblo principal, Cora, que se encuentra en lo alto de la ladera que corona el puerto. Nos alojamos en esta pensión en parte porque nos dejaban utilizar su cocina para hacer la comida de Alvaro.
También hay un bus que sale cada Ormos a Cora cada 30 min. y el trayecto es dee unos 10 minutos, lo solíamos usar para ir, el regreso siempre lo hacíamos dando un paseo ya que todo era bajada. Alvaro enseguida se hizo amigo de los conductores del bus, jejeje y casi fue los días de estancia la nueva atracción de la isla, éramos muy poquitos turistas, creo que no llegábamos a una veintena, sin contar tres veleros alemanes que se encontraban atracados en el puerto deportivo.
Los días aquí fueron de pura tranquilidad, por el día hacíamos excursiones a las playas, aunque el clima no era del todo bueno pues estábamos en el mes de octubre, algún baño cayó, juegos en la arena. Las tarde las pasamos paseando por Cora, un pueblito encantador, con sus callejuelas adoquinadas, sus plazoletas imprevistas al doblar una esquina, las tabernas con los lugareños pasando las horas jugando al dominó, los gatos deambulando entre los tejados de las casas en busca de algo que comer, vivimos unos momentos realmente bucólicos.