Aquí vamos a descansar durante cuatro días, vagueando por la isla sin nada determinado que hacer, solo relajarse y disfrutar los tres juntos del lugar, ver a Alvaro corretear por estas playas libremente sin miedo a nada ni a nadie, resumiendo, olvidarnos de los problemas del mundo civilizado y coger fuerza para afrontar los siguientes días del viaje que por suerte aún nos quedan.
Alvaro y yo nos apuntamos a una excursión de unas ocho horas para hacer snorkel por diferentes puntos de la isla de Tioman y otras cercanas como Coral Island. Estas excursiones están organizadas por el propietario de las cabañas donde estamos alojados. Te van llevando por diferentes puntos de inmersión, donde te encuentras todo tipo de fauna marina, muchos y diferentes tipos de corales, peces de arrecifes, nadas cerquita de alguna tortuga y si tienes suerte, cosa que nosotros no, puedes observar los tiburones de punta negra (Alvaro se quedó con las ganas, tendrá que esperar a las Pulau Perhentian), además te llevan a darte unos chapuzones a las calas paradisiacas de arenas blancas como la nieve y aguas color turquesa a las que solo se puede acceder por mar. Sin duda una experiencia maravillosa, sobre todo para un niño de 10 años como Alvaro.
En esta isla, hicimos una auténtica cura de sueño, nos olvidamos de los días frenéticos que pasamos en Kuala Lumpur, Malaca y Singapur, de las largas horas de vuelos que hicimos para llegar a este hermoso país, y del jet lag que no le dimos tiempo a quitarnos de una forma correcta. Nuestro “trabajo” esos días era tomar un buen desayuno, tirarnos en las playas a tomar el sol, hacer snorkel, jugar un poco al voley playa, un poco de kayak, tomar el almuerzos relajados y disfrutar de unas buenas cenas en la terraza del restaurante del Juara Beach Resort, viendo como se oculta el sol y se adentra la noche en la bahía, buena música, buena cerveza, una temperatura ideal y la compañía de una luna que tiñe de plata el mar.