Álvaro nos devolvió a la infancia por un día!
Corría el año 2009, Álvaro estaba a puntito de cumplir 8 añitos y nosotros con muchas ganas de hacer un largo viaje con nuestra furgoneta camper. Desde que la compramos nuestra idea era embarcarla en el Ferry y viajar por Europa con ella además de recorrer pueblos y ciudades en bicicleta. Para llevar a cabo nuestro sueño y después de escuchar múltiples consejos de amigos viajeros nos decidimos por uno de los países que pueden presumir de ser de los mejores para moverse en furgoneta esa es la vecina Francia. Nuestra intención era visitar el bosque del famoso Mago Merlin.
Tenerife-Bretaña, esa era nuestra apuesta, llegar a esas maravillosas y enigmáticas tierras Bretonas en pleno verano. Deambular por las callejuelas empedradas de sus hermosos pueblos medievales decorados con casitas de piedra llenas de flores, y como no, sentirse los protagonistas de un sinfín de sus leyendas. Hadas, Elfos, Gnomos todos ellos, pero sin olvidarnos del Rey Arturo y el Mago Merlin. Precisamente este último era uno de los personajes que más le llamaban la atención a nuestro pequeño Álvaro.
En nuestro caso, todo era perfecto. Era nuestro primer viaje largo con “La Cali”, recorreríamos un país que no conocíamos pero al que le teníamos muchas ganas y por si esto fuera poco íbamos a vivir una experiencia mágica, nos adentraríamos en bicicleta por el misterioso bosque de Paimpont o Brocéliande (su nombre legendario), en busca del Mago Merlin.
Dejamos aparcada nuestra furgo en el camping municipal, llenamos nuestras mochilas con numerosos víveres, cámara de fotos y como no, unos prismáticos de explorador que el enano llevaría colgados del cuello para no perderse detalle de la gran aventura que nos llevaría a lo largo de varios kilómetros en bicicleta hasta llegar al bosque encantado y luego echar a andar hasta encontrar la tumba de Merlin. El enano estaba pletórico, nada le importaba ni siquiera el largo camino de 9 kilómetros que debíamos de recorrer hasta nuestro destino, lo único que quería era empezar a rodar cuanto antes.
Pedal tras pedal, avanzábamos cada uno montado en su bicicleta, en fila india por una carretera estrecha, sombría y con algunas fuertes rampas. Los frondosos árboles alcanzaban una considerable altura y hacían que el sol apenas pudiera atravesarlos. Con la única compañía del piar de los pájaros y la imagen de alguna que otra granja que te recordaban que no estabas solo, el entorno era embriagador, una verdadera maravilla.
Por fin después de varias paradas obligadas de avituallamiento para asistir al pequeño ciclista llegamos a nuestro destino, Brocéliande, que aparecía espectacular frente a nosotros. Aparcamos las bicicletas y nos pusimos a caminar en busca de lo que habíamos venido a buscar, la tumba, la fuente mágica y por supuesto al Mago Merlin. A medida que te adentrabas en el bosque ibas viendo y siendo testigo de su enorme belleza, una sensación que se apodera de ti una sensación mágica, casi irreal… y es entonces cuando en medio de este casi sueño nuestro joven explorador nos hace escuchar el crujir de las ramas y las hojas del suelo, un silbido que se adentra por entre los altos árboles unos ruidos que bien pudieran ser los correteos de los traviesos Elfos jugueteando con nuestro amigo Merlin.
Llegamos hasta la fuente y también a la tumba del mago siempre acompañados de nuestra imaginación.
Cuando la jornada tocó a su fin, el pequeño Álvaro abandonó el bosque un poco decepcionado, después de tanto esfuerzo ni siquiera había podido saludar a su Mago preferido. Los papás por el contrario nos volvíamos deslumbrados por tanta belleza y por la sensación de haber vuelto a sentir la misma ilusión por la magia de cuando éramos unos críos.
Fuera lo que fuere, lo que en el mítico bosque de Brocéliande vimos y escuchamos, la verdad es que pasamos un día de lo más fantástico (nunca mejor dicho).
Nuestro pequeño, pero gran viajero, nos había vuelto a dar una lección de fortaleza porque a pesar de las múltiples paradas en el camino y de haber visto corretear alguna lagrimita de cansancio por sus rosadas mejillas, Álvaro había recorrido la misma distancia que nosotros, un total de 18 Kilómetros en bicicleta y unos buenos y largos paseos a pie por el bosque y todo esto a pocos meses de cumple 8 añitos.
Viajar con tus hijos, sobre todo si aún son pequeños, requiere una buena puesta a punto a la imaginación, agudizar el ingenio y por supuesto ponerte en la piel de ese pequeño cuerpecito que ni por asomo responde como el tuyo. Porque solo así, metiendo todos esos ingredientes en una mágica coctelera se consigue que la experiencia de un viaje con tu niño resulte de lo más exitosa.
Gracias cariño por recordarnos que una vez fuimos niños!
NOTA:
En Paimpont hay un camping municipal con unos precios increíbles, cuenta con unas cabañas totalmente preparadas para los que viajen sin caravanas, tiendas, etc.. También hay un Area de autocaravanas pegada al camping, esta es totalmente gratuita y cuenta con un espacio para vaciado de aguas grises y negras, con llenado de depósitos y esta rodeada de una zona recreativa.