En los viajes como en la vida uno no sabe lo que el destino le depara, a veces cosas buenas, por suerte la mayoría, en cambio otras veces no tanto.
En nuestro último viaje por Europa, durante nuestro roadtrip del #Europara3, mucho malo nos sucedió, como ya os hemos contado, se nos estropeó el circuito hidráulico de la furgo, ocho días nos tuvieron de demora, los que aprovechamos para hacer turismo por zonas cercanas a Poitiers que no conocíamos. A bombo y platillo os anuncia os que la furgo estaba arreglada y proseguimos nuestro camino hacia París. Lamentablemente fueron 600 kilómetros tirados a la basura, pues al día siguiente de llegar al Parque de Asterix nos volvió a fallar el techo. El disgusto que nos invadió, no lo podemos expresar con palabra, aunque perfectamente os lo podéis imaginar. Después de visitar varios talleres cercanos de la marca de la furgo y con la garantía en mano, no quiesieron atendernos en ninguno de ellos alegando mucho trabajo y días de espera. Después de soltar por la boca sapos y culebras, decidimos que muy a nuestro pesar debíamos regresar al taller que nos había hecho el «arreglo» allí no se podrían negar a cogernos la furgo e intentar terminar el trabajo que malamente empezaron. Una vez más, intentamos pensar que si se nos ponía por delante esta prueba del destino era por algo y que debíamos al igual, que hiciéramos la vez anterior sacar de la desgracia lo mejor.
Una experiencia irrepetible
Lo primero que decidimos fue, dejar la autopista y seguir camino por la carretera de pueblo en pueblo, era viernes y hasta el lunes teníamos tiempo de llegar al taller. En el primer pueblo que decidimos parar fue en Etamps, estábamos cansados y jugaban Francia y Alemania en el mundial de Brasil 2014, así que aparcamos la furgo justamente en la puerta de un bar donde ponían el partido, eran las seis de la tarde y hacía calor.
Nada más entrar y al ver que éramos españoles, el camarero y uno de los clientes, ambos portugueses, empezaron a charlar con nosotros de desventuras futboleras. Entonces fue cuando el cliente nos preguntó al ver la furgona que donde íbamos a pasar la noche. Le respondimos que ya buscaríamos algún camping o similar y ni corto ni perezoso nos ofreció ir a su casa, diciéndonos que poseía un gran terreno donde poder estacionar la furgo y así ahorrarnos de pagar para dormir. Llamó a su mujer y en el descanso del partido cogimos la furgo y nos fuimos detrás de él hasta pasados diez kilómetros de Etamps.
Después de circular por estrechas carreteritas rodeadas de campos de trigo y atravesar un par de pueblitos de no más de cuatro casas, por fin nos plantamos frente a una gran puerta que al abrirse vislumbró la mansión de nuestro nuevo amigo, Fernando.
Éste es hijo de emigrantes portugueses y según nos contó, ha trabajado duro pero ha llegado muy lejos y por lo que pudimos apreciar le van muy bien las cosas. No solo nos ofreció dormir en su precioso jardín, sino que además nos preparó una barbacoa con costillar de cerdo para cenar y el desayuno del día siguiente, además.
Algunos pensaréis que somos demasiado atrevidos por confiar en cualquiera, otros que directamente estamos chiflados y otros tantos que si no le hubiéramos dicho que si, ahora no os estaríamos contando esta curiosa historia.
En fin!! Sea lo que sea, el caso es que es una bonita anécdota que a buen seguro no olvidaremos nunca. Gracias Fernando!!