Nos veíamos en una tesitura, nos encontrábamos en Krabi, en la costa oeste de Tailandia, y nuestra intención era llegar hasta las islas Pulau Perhentian en la costa este de Malasia.
Cruzar la frontera de la costa oeste malaya, tal y como aconsejaba nuestra guía, suponía unos cuantos días de viaje bastante largos, cosa que no nos apetecía hacer. Algunos pensaréis y porqué no cruzar por la frontera de la costa este y así vais más directos? pues sí, eso es lo que parece más fácil, no? Pues resulta que tampoco!.
Mirando guías de viaje y leyendo otros blogs, esta frontera la desaconsejan por completo, la tienen catalogada como “zona peligrosa” ya que en esta parte del sur de Tailandia opera un grupo terrorista musulmán y en los últimos años han cometido varios atentados terroristas y varios secuestros, en uno de ellos murieron varios turistas canadienses y tuvo que intervenir el ejercito tailandés con la consecuencia de varias muertes.
Pues ahí estábamos nosotros con una fesquita Chang en la mano, (para los que no lo sepáis, es una rica cerveza tailandesa), sentaditos en nuestra terraza del hostel de Krabi, el Chan Cha Lay, (alojamiento de lo más acogedor en el centro de la ciudad, justo enfrente de la oficina de correos), sopesando los pros y contras de nuestra decisión.
Después de darle varias vueltas al asunto y ya con nuestra cervecita terminada por fin tomamos una decisión!!…seguro que conociéndonos sabéis cual fue…….si amigos, nos vamos por la frontera que todos desaconsejan, nos vamos por Kolok!!
A la mañana siguiente y con nuestra supuestamente descabellada decisión, emprendimos rumbo hacia la estación de buses de Krabi. Llegamos, preguntamos y pillamos el primer bus que salía hacia nuestro próximo destino, por delante nos esperaban 9 largas horas de viaje sin hacer ni una sola parada (por supuesto que el bus tenía baño).
La ruta pasaba por el pueblo de Hat Yai, desde este punto y hasta el final del recorrido, unos 50 kilómetros, la carretera se veía salpicada cada ciertos metros por puestos de control del ejército tailandés, atrincherados entre sacos, metralleta en mano y camiones blindados, haciéndose la presencia de éstos más continua conforme nos acercábamos a Sungai Kolok.
Ufff!!! El nerviosismo empezaba a apoderarse de nosotros, Álvaro no dejaba de mirar por la ventana asombrado y a la vez asustado, haciendo decenas de preguntas sobre lo que sus abiertos ojos contemplaban, no se lo podía creer!! Estamos en guerra? preguntaba… En estos momentos empezamos a pensar si la decisión tomada el día anterior cerveza en mano había sido la adecuada.
La noche empezaba a caer sobre nosotros, eso sumado a las casi nueve horas que ya llevábamos sin bajarnos del bus, hacían que este viaje se volviera un poco agónico. La idea de cruzar la frontera ese mismo día se desvanecía por momentos e iba cobrando fuerza la posibilidad de tener que hacer noche en la peligrosa ciudad.
Entretanto, la gente se apeaba en diferentes paradas que hacia el bus, cada vez, éramos menos pasajeros en él. Los últimos kilómetros se volvieron eternos, entre kilómetro y kilómetro, un control del ejercito, estábamos cansados y porqué no decirlo un poco asustados, con ganas de llegar ya al destino. Ya no había vuelta atrás, de noche ya cerrada, tomamos la decisión definitiva de hacer noche y al día siguiente cruzar la frontera andando.
Por Fin!!! sobre las 8 de la tarde llegamos a Kolok, el bus se detiene y nos deja junto al mercado, en medio de la oscuridad, lo primero que ven nuestros cansados ojos es una gran barricada policial, Genial!!, esto se ponía emocionante. En nuestra búsqueda de hotel para pasar la noche atravesamos diferentes calles casi desérticas, la gente ya metida en sus casas, hacían que pareciera una ciudad fantasma, solos nosotros tres tirando de nuestras pesadas mochilas y cruzándonos en cada esquina con un control policial o del ejercito.
De primeras, esta sensación nos causó bastante respeto, y nos dio mucho que pensar. Después de dejar el equipaje en un hotel que no merece la pena ni mencionar por lo…. dejémoslo ahí, se nota que el turismo no hace noche en esta ciudad, decidimos salir a buscar un sitio donde cenar, cansados y hambrientos nos lanzamos otra vez de calle en calle.
Conforme pasaban los minutos e íbamos entrando en contacto con los lugareños para preguntarles donde comer, percibíamos una sincera amabilidad que nos fue aportando una cierta tranquilidad, aunque también notábamos en la expresión de sus caras una cierta incredulidad por lo que estaban viendo, una familia de turistas a las tantas de la noche, solos y buscando donde cenar, éramos los únicos occidentales… terminamos sentados en un mercado nocturno sin más compañía que unos trozos de pollo frito envueltos en cucuruchos de papel y rodeados de lugareños que seguro no daban crédito a lo que estaban viendo. Los pocos turistas que cruzan por esta frontera de Tailandia a Malasia o viceversa lo suelen hacer por el día y sin hacer ninguna parada en la ciudad.
Nosotros dormimos plácidamente en el mugriento hotel propiedad de una familia china y a la mañana siguiente, con un día espectacular preparamos nuevamente nuestras mochilas y nos dirigimos andando dirección a la frontera, situada a escasos dos kilómetros del centro de la ciudad.
Todo era perfecto, un precioso cielo azul, un sol radiante y una gente que sonreía y nos daba los buenos días al cruzarse con nosotros, como si de vecinos del barrio se tratara. A cada paso que dábamos más ganas de quedarnos teníamos, fue atravesar el mercado de abastos y darnos cuenta de que era un lugar especial.
No sabemos si esto era consecuencia de la complicada situación socio-política que padecen o simplemente por que la gente de aquí es súper amable, o una mezcla de ambas. Creemos que esta gente se sintió honrada al ver que a pesar de los tristes acontecimientos acaecidos, una familia de occidentales recorría su ciudad tranquilamente, sin miedo, saludando y sonriendo a sus gentes.
La realidad es que te sientes querido, te encuentras muy a gusto, y en ningún momento se te viene a la mente que se trata de un lugar difícil, ni siquiera al cruzarte con las barricadas policiales colocadas en cada esquina, te da la sensación de estar en un lugar en conflicto.
Cruzar la frontera es muy sencillo, nosotros lo hicimos a pie, no suele haber colas, ya que la cruza muy poca gente, turistas muy poquitos, de hecho no vimos a ninguno y suelen ser los tailandeses y malayos de ambos lados de la frontera quienes las cruzan para comerciar.
Nosotros lo tenemos claro si alguna vez regresamos por esta zona, volveremos a cruzarla pero seguro nos quedaremos algún día más en este lugar de maravillosas gentes para conocerla mejor. Estamos convencidos que lo que pasó fue una cosa puntual, que acabó con la vida de unos turistas por un error del destino y que no podemos condenar a todo un pueblo por cuatro descerebrados. El terrorismo por desgracia lo sufren en casi todos los países del mundo, sin ir más lejos, los españoles hemos tenido un buen ejemplo en nuestro país y no hace tantos años.
NOTA.- Para llegar a esta ciudad se puede hacer bien por tren, la línea Bangkok – Kuala Lumpur pasa por aquí, o bien en bus desde diferentes ciudades. Si la cruzas de Tailandia hacia Malasia, nada más cruzarla, ya en el lado malayo encuentras una estación de buses con destinos a casi todas las grandes ciudades de Malasia, en el lado tailandés encuentras buses con destinos Hat Yai, Krabi y Bangkok. También puedes venir en minivan desde Hat Yai. Y algunas agencias de turismo flotan minivans para cruzar la frontera con turistas como bien nos comenta nuestro amigo Pack en su post.