Teníamos que ir a Chiang Mai, en el norte de Tailandia y nuestro medio de transporte seleccionado era el tren. Resulta que hay un tren nocturno que enlaza Bangkok con la capital del norte de Tailandia. La estación se encuentra situada en el centro de la ciudad, por lo que decidimos pillar un tuk-tuk desde Khao San hasta allí.
En esta parte de la ciudad y debido al gran número de viajeros, los chofer de estos aparatos son muy avispados e intentan engañarte ya no solo con el precio sino que según lo que quieras te llevan a donde ellos quieren, jejee, el que nos tocó a nosotros directamente nos llevó a una agencia de viajes, no si antes darnos unas vueltas por las calles, al llegar nos dijo que la estación estaba cerrada y que ahí podríamos comprar los billetes. Nada mas entrar una chica nos atendió hasta en español, nos olía a tongo, así que sin perder los nervios la escuchamos, nos hizo unas preguntas de a donde queríamos ir, nos organizó un viaje de ensueño por Tailandia en hoteles de 5 estrellas y todo, y cuando finalizó muy amablemente le comentamos que no nos interesaba nada y que gracias por atendernos. En ese mismo momento nos dimos cuenta que lo mejor para pillar un tuk-tuk era caminar un par de calles mas allá de Khao San y cogerlos allí.
Bueno después de esta experiencia, de la que todo viajero aprende, nos fuimos a cenar y dejamos lo de comprar los billetes del tren para el día siguiente. Y así lo hicimos, nos fuimos a la estación pero esta vez en el Skaytrain y en metro, compramos los billetes para esa misma noche, pero como no habían plazas ya en los camarotes de primera clase, a las literas de segunda que nos fuimos.
No se porque extraña razón nos encanta viajar en tren, nos resulta uno de los transportes mas interesantes, siempre que podemos cuando estamos de viaje lo utilizamos. No se si será por el ambiente que se respira en los andenes de la estación antes de partir, por su traqueteo, porque lo hace muy ameno el poder moverte por él, ir hasta el bar cafetería, ir pasando de un vagón a otro, o simplemente porque suele pasar por unos parajes impresionantes. Algo tiene que nos enamora.
Había mucha gente en la estación de Bangkok, nos dirigimos hasta el andén y divisamos el tren, la gente subía y fuimos a buscar nuestro vagón, que sentimientos ahora que lo escribimos. Subimos a él y buscamos nuestras literas, habíamos pillado dos, Álvaro y Octavio dormirían juntos en una y Montse en otra. El revisor nos coloca y nos hace la cama, van llegando mas viajeros, compartimos vagón con tailandeses, algún japonés, unos chicos australianos, por cierto como gritaban al hablar, y una chiquita madrileña que llevaba 6 meses viajando y con la que coincidimos un día entero en Chiang Mai.
El tren empieza a andar, un nuevo viaje empieza para nosotros, ¡¡que emoción!!. Mientras tanto Álvaro y Octavio se dan una vueltecita por el tren, Montse se queda descansando y leyendo. Conforme salimos de la ciudad empieza a atardecer, se hace de noche, 12 horas nos esperan hasta llegar al norte. Nos ponemos a mirar por la ventana, vemos como vamos saliendo de la ciudad, pasamos entre barrios, un mercado en plenas vías del tren que se desmonta cada vez que pasa un convoy. Puedes ver como la gente mira el tren, como hacen un alto en sus vidas para observarnos, los edificios van pasando, ves como las ventanas de los apartamentos están iluminadas e imaginas sus vidas, lo que estarán haciendo. Mientras tanto, Álvaro se entretiene con unos juegos. La noche es total, hemos salido de la ciudad, pero la vida se traslada al interior del tren, las literas del vagón se llenan, la gente saca sus viandas y cenan, nosotros tomamos algo mientras charlamos con nuestros compañeros de viaje, hacemos tiempo hasta que llegue la hora de dormir.
Amanece temprano pero el traqueteo del tren ayuda a dormir, ese vaivén hace que te entre somnolencia, pero los paisajes que estamos observando por la ventanita son tan maravillosos que decidimos no dormir mas, eran escasamente las 6 de la mañana y aún quedarían mas de dos horas para llegar. Álvaro sigue durmiendo, ajeno a todo lo que le rodea, pero nosotros no podíamos dejar de mirar, era todo tan hermoso, tan bucólico, pasar entre arrozales, altas palmeras, agricultores, búfalos de agua. La luz era perfecta, se mezclaba el verde del paisaje con el naranja del amanecer. El tren circulaba despacio, lo que permitía que el disfrute fuese mayor.
Los viajeros comienzan a despertar y el tren vuelve a cobrar vida, nos acercamos al destino y eso se nota en el movimiento dentro del vagón, el ajetreo y el barullo comienza, vamos Álvaro hay que prepararse, en pocos minutos llegamos al final de este fantástico viaje, llegamos al destino, llegamos a la estación de Chiang Mai.