Muchas veces nos hemos preguntado, ¿quién viaja con quién?, ¿viaja nuestro hijo con nosotros?, o por el contrario, ¿somos nosotros los que viajamos con él?, al final después de haberle dado muchas vueltas, hemos llegado a la conclusión de que, viajar con nuestro hijo nos enseña a veces más de lo que nunca hubiéramos imaginado.
Antes de que Álvaro naciera, ninguno de los dos estábamos acostumbrados a tener a niños cerca, no teníamos sobrinos ni hermanos pequeños y sinceramente evitábamos ir a sitios donde hubiera niños. Viajábamos de aquí para allá solos, sin limitaciones, ni horarios establecidos.
Entrar en un restaurante y ver y oír a niños revolotear entre las mesas sin control nos amargaba la comida o el simple hecho de imaginarte en una playa aguantando a esos «monstruitos» llenándote la toalla de arena o salpicándote al entrar al agua, nos producía terror, o dedicar un fin de semana a descansar en un hotel y llegar el domingo a casa con ganas de gritar recordando esa piscina abarrotada de niños gritando y chapoteando en el agua incansablemente durante horas.
Desde el mismo instante en que nuestro hijo llegó al mundo y le miramos directamente a los ojos supimos que algo muy grande había cambiado en nosotros. Al poquito tiempo, cuando decidimos empezar a viajar con él, Álvaro todavía siendo un bebé, empezamos a cogerle gustillo a eso de estar rodeados de niños.
Con este post os queremos mostrar en imágenes lo sociables que son los niños en cualquier parte del mundo, como les gusta posar cuando descubren que eres de fuera, que eres un turista venido de muy lejos, posan y posan incansablemente y después te piden ver una y otra vez las imágenes porque en muchos de los casos verse dentro de una máquina, solo sucede cuando les visitan los viajeros.
El mundo a través de la mirada de los niños
Poco a poco, con el paso de los años, fue nuestro hijo el que nos enseñó a conectar con ellos, nos demostró como se jugaba con otros niños con los que ni siquiera hablaba el mismo idioma. Aprendimos que los niños son iguales en todas partes del mundo, un niño es un niño, a pesar de su condición social o país del que provenga. Su mirada es sincera, fresca y llena de vida. Ahora que Álvaro se ha convertido en un adolescente se entristece cuando ve a algún niño que no sonríe y se pregunta el porqué. No nos gusta ver a un niño triste como tampoco nos gusta ver a un niño trabajando, aunque somos conscientes de que eso pasa y más de lo que a uno le gustaría y que por más que queramos será difícil de cambiar.
Nuestro hijo tiene cientos, miles de fotos que nos hacen recordar las muchas y maravillosas experiencias que ha tenido con otros niños a lo largo de su vida viajera. Recuerdos que perdurarán en el tiempo y que siempre nos recordarán lo importante que es haberlas vivido.
Tenemos la suerte de poder viajar en familia, los tres juntos. Descubrir en todos y cada uno de nuestros viajes lo fascinante que es la picardía que rodea a los más pequeños. A través de sus juegos, miradas, sonrisas y muecas, esas que te regalan sin condiciones, sin esperar nada a cambio, las mismas aquí y allá cuando descubren que llevas una cámara.
Este es nuestro homenaje a todos los niños del mundo que en un momento u otro de nuestra vida viajera nos han alegrado con su sonrisa. ¡GRACIAS!