Extraoficialmente a la ciudad de Ho Chi Minh, aún se le sigue llamando Saigón. Visitar esta ciudad es toda una experiencia ya que sus calles gozan de un «caos» general porque la ciudad está en constante ebullición, aunque esto no es un impedimento para que en ella se encuentren concentradas las tradiciones de siempre y la belleza de su antigua cultura; los monjes rezan y encienden incienso en las pagodas, los titiriteros divierten a los niños en los parques, los especialistas en acupuntura tratan a los pacientes en cualquier esquina y los estudiantes aprenden a tocar el violín en los callejones secundarios.
Nosotros llegamos a la ciudad de Ho Chi Minh después de viajar en un «sleep bus», salimos de Nha Trang sobre las 8 a.m. la hora prevista de llegada era al mediodía, pero como las carreteras no acompañan nada y las paradas fueron numerosas, llegamos a las 19 p.m. AGOTADOS!!! después de 11 horas de bus, Álavro se portó como un auténtico campeón, como siempre. Era casi de noche cuando nos bajamos de la guagua en una céntrica avenida.
Enseguida se nos acercaron varias personas ofreciéndonos alojamiento. Nuestra elección fue la mejor con toda seguridad, decidimos alojarnos en una casa particular que nos vino a ofrecer una viuda de la guerra del Vietnam. Según ella misma nos contó, el gobierno les concede un permiso especial a las viudas de guerra para poder alquilar habitaciones en sus casas y así recibir algunos ingresos y sacar adelante a sus familias. La casa estaba situada en uno de esos callejones típicos que aparecen en las pelis. En la parte de abajo de la casa vivía la familia y desde que entrabas por la puerta y sin quererlo pasabas a formar parte de la intimidad de una familia necesitada que para poder sobrevivir no le quedaba otra que compartir su vida con extraños.
La casa tenía varias plantas y en la azotea tenían montada una especie de lavandería donde podías dejar la ropa para que te la lavaran, eso sí, la tendían a lo largo de la larga barandilla de la escalera, con lo cual, todos los huéspedes del edificio veíamos nuestras prendas más íntimas como decoración adicional, os podéis imaginar la escena. La habitación estaba muy limpia y tenía baño, nevera y un gran ventilador en el techo. Alvaro en una de éstas enttradas y salidas terminó sentado en las rodillas de la abuelita de la famila y recibiendo como regalo un abanico de papel color morado, con el que la señora lo abanicaba al verle llegar rojo como un tomate por el calor. El abanico todavía se conserva como recuerdo de esa estancia tan especial.
Ho Chi Minh, un pasado y un presente
Sinceramente la ciudad no nos llamó mucho la atención y no quisimos profundizar mucho en ella, solamente usamos un día completo para conocerla y alguna que otra tarde de regreso de realizar las excursiones por sus alrededores. El porqué está claro, no nos enamoró como otras ciudades, quizás debido al caos circulatorio, quizás fue porque estaba sumida en una intensa reconstrucción intentando hacer de ella un “Nuevo Dragón Asiático”, la verdad que no sabemos. Nada que ver con la impresión que nos llevamos sobre Hanoi, Ho Chi Minh pasó por nosotros sin nada que destacar.
Al día siguiente y después de descansar del agotador viaje, decidimos empezar a recorrer lo más destacado de la ciudad y esto fue lo que vimos…
Museo de los recuerdos de la guerra:
Este museo se encuentra en el antiguo edificio del Servicio de Información de EEUU. En el exterior están expuestos vehículos blindados americanos, piezas de artillería, bombas y hasta una guillotina utilizada por los franceses contra los rebeldes del Viet Minh. En el interior del museo, numerosas fotografías que ilustran las atrocidades de esta guerra cruel y las conocidas jaulas de tigres en las que los militares sudvietnamitas encerraban a los prisioneros del Vietcong en la isla de Con Son. Además se pueden ver fotografías de bebés deformados y botes de cristal con fetos, como consecuencia de los bombardeos producidos con herbicidas químicos. Hay pocos museos en el mundo que profundicen como éste en el aspecto brutal de las guerras. Realmente hay que tener estómago para contemplar algunas de las imágenes que en él se exponen. Nosotros vimos a occidentales llorando.
Álvaro no vio ni la mitad, creímos que era demasiado pequeño para tanta crueldad. Nos íbamos turnando para estar fuera disfrutando de los helicópteros y demás artilugios que al niño si le llamaban la atención y a nosotros nos permitían un respiro ante tanto horror. Al terminar la visita fuimos incapaces de comer nada, teníamos el estómago encogido, a pesar de haber nacido en una generación donde siempre hemos oído hablar de esta guerra, nunca nos imaginamos lo que realmente allí sucedió.
Catedral de Notre Dame:
Está situada en el centro gubernamental de la ciudad de Ho Chi Minh. De estilo neorrománico, posee dos torres cuadradas coronadas por dos agujas de acero. A ella acuden numeroso turistas para escuchar misa. Enfrente en el centro de la plaza se encuentra la oficina principal de correos. Es bonita y merece la pena visitarla.
Rex Hotel:
Este enorme edificio es considerado un clásico en el centro de la ciudad. En este hotel se alojaban los oficiales del ejército estadounidense durante la guerra. Desde su cafetería, situada en la última planta, concretamente en la azotea y decorada con pájaros enjaulados, elefantes de escayola y arbustos podados, hay unas vistas estupendas de la ciudad. La entrada es libre y gratuita.
Puestos de comida callejeros:
En los puestos callejeros de toda la ciudad preparan sopa de fideos durante todo el día. Un cuenco grande de delicioso caldo de carne con fideos es muy económico y nutritivo solo hay que buscar un cartel donde ponga » pho».
Los ciclotaxis:
En medio del humo y la contaminación un nutrido grupo de hombres ancianos esperan junto a sus ciclotaxis, se trata de unos carros de tres ruedas que funcionan con pedales y tienen un asiento en la parte delantera. Se encuentran en las arterias principales de la ciudad a cualquier hora del día o de la noche. En Ho Chi Minh muchos de los conductores son antiguos soldados del ejercito sudvietnamita y algunos de ellos saben idiomas. Suelen tener historias de guerra, de persecuciones y de pobreza para contar. Los conductores son unos guías estupendos, se conocen la ciudad y su historia como la palma de su mano.
Ho Chi Minh, a pesar de no gustarnos demasiado a nosotros si aconsejamos visitarla, porque todos no somos iguales ni nos atraen las mismas cosas.