Platos no aptos para escrupulosos
Mucho ha llovido desde que descubrimos que lo que más nos gustaba era viajar. Desde entonces, miles de kilómetros recorridos, decenas de países visitados, cientos de miles de fotografías y platos no aptos para escrupulosos por ser un tanto exóticos.
Para los que nos consideramos viajeros y a la vez buenos de boca, no hay lugar o país al que hayamos visitado y del que no hayamos probado alguno de los platos típicos de su gastronomía. Unas veces con más convencimiento que otras, bien es cierto, porque no nos engañemos, uno no es de piedra y tiene su estómago y sus muchos escrúpulos.
Recuerdo que la primera vez que probamos un plato algo “raro” ,para nosotros claro, fue en México. Corría el año 2004 y todavía éramos bastante noveles en este arte de los viajes y nos parecía que si no probábamos según que cosas, no nos podíamos considerar VIAJEROS de pro.
Platos no aptos para escrupulosos
Octavio que en esto de probar cosas nuevas se lleva un aprobado alto, ya había hecho sus pinitos durante su viaje a Cuba, allí comió cocodrilo, tortuga y algunas cosas más. Así que, ya que estábamos en México debíamos de probar los famosos chapulines. En un mercado y con bastante hambre, nos rellenamos un Taco con estos bichitos y otros, a decir verdad, estaban de muerte!, pareciera que estuviéramos comiendo camarones, ¡¡buenísimos!!.
Bueno pues ya nos habíamos iniciado en el arte de ser unos intrépidos viajeros. Después de nuestra experiencia culinaria en México, nos vimos en Vietnam, metidos en una peregrinación y llegados al medio día con un hambre atroz. En aquel momento y con el menú que nos esperaba, recordé la frase que a mi abuela más le gustaba repetir y que reza así, “vale más un buen apetito que una buena vianda”. Como en ese momento el hambre era lo que más imperaba en nosotros, decidimos entrar y hacer de tripas corazón para degustar tan suculentos manjares, perro, gato y gato montés, acompañado como no, de arroz blanco.
Álvaro que por aquel entonces tenía apenas cinco añitos, recuerdo que decía…mamá esta ternerita sabe rara, a lo que yo muy cariñosamente replicaba, claro cariño porque es vietnamita y sabe distinta… y aunque mentir es feo, en aquel momento era imposible decirle la verdad a nuestro hijo ¿os imagináis?… mira hijito, es que lo que tenemos flotando en los platos acompañado de arroz es un lindo perrito, bueno era un lindo perrito, te acuerdas los que viste en las jaulas que esperaban en el pasillo camino de la cocina?, pues esos mismos.
A decir verdad y después de haber pasado ese primer momento, os puedo asegurar que comimos estupendamente, toda la variedad de carnes antes mencionadas terminaron en nuestros platos cocinadas de manera prodigiosa, aromatizados con jengibre y con un delicioso arroz como no podía ser de otra manera.
Menos suerte tuvimos el día en que el niño se le ocurrió pedir un huevo duro en un mercado también de Vietnam y como os podéis imaginar venía con sorpresa en el interior, si amigos, el famoso huevo con pollito incluido, “el balut». En aquel instante creí que a Álvaro le daba algo, pobre “bebé pollo” no dejaba de repetir. Ninguno de nosotros fuimos capaces de probarlo y terminamos regalándolo a una chica que nos miraba impaciente a la par que expectante, aunque ver comerse una pata de pollo guisada y empaquetada, tampoco tiene desperdicio.
Hoy por hoy ya somos unos expertos en degustaciones especiales y hasta nos hemos atrevido con los gigantescos sapos que sirven en Malaysia y que te miran desde el interior de enormes peceras antes de terminar en nuestros platos. Los grillos, las algas crudas y bueno a decir verdad seguro que alguna que otra delicatessen, que como somos de buena boca y tenemos la buena costumbre de no preguntar lo que cae en nuestros platos…os podéis imaginar!!.
Una vez más hago uso de una de las frases que más nos gusta recitar cuando nos preguntan del porque aconsejamos viajar, dice así, Viajar nos aporta seguridad en nosotros mismos, nos enseña a olvidarnos de muchos prejuicios y a ser más tolerantes en casi todos los sentidos.
Allá donde fueres COME lo que vieres y nosotros que somos muy de refranes, nos lo aplicamos al pie de la letra. ¡BUEN PROVECHO!
Yo con lo que si que no puede fue con las patas de gallo esas que se comen los chinos como si fueran pipas, uff que asco por dios. Un plato raro que me gustó fueron las hormigas en Vietnam, me las pusieron con arroz y la verdad es que no estaban nada mal.
jajajaja es que las patitas de pollo tienen su tal cual, aunque están sabrosas, parece como si estuvieran adobadas jejejejeje.Las hormigas son animalitos limpios y tan chiquititos que frititas están de muerte, totalmente de acuerdo, les pasa igual a los chapulines, son buenísimos!!. El balut es con lo que nosotros no pudimos…el hedor nauseabundo que desprendía al quitarle la cáscara era insoportable. en fin! que en la vida hay que probar de todo…mejor dicho..casi todo!
Gracias por aportar tu experiencia y seguir nuestras, a veces, alocadas aventuras.
Un abrazo de los 3!!!
Hola Amigos!!!
Con el hambre que tengo ahora y me salís con sapos y bichos…hasta parecen apetitosos, oye no os ha sobrado ninguna brocheta de escorpión?
Ay Alvaro, que padres mas pillos te han tocado y eso que no sabemos todas las exquisiteces que habréis catado jejeje
Hasta pronto!!
Jajajajjja apetitosos y saludables también!. El pobre Álvaro se enteró años más tarde y en una reunión entre amigos viajeros en la que se nos ocurrió contarlo. Menos mal que no tenemos mascota en casa, sino, el trauma no se lo quita de encima. Muchas veces nos hemos preguntado que será lo que hay en el plato, claro está cuando viajamos a destinos exóticos y nos metemos en sitios donde los turistas no ponen un pie.
Un abrazo amigo y ya sabes unas hormiguitas fritas son muy energéticas. bon Profit!!
Madre mía, ¡sois unos valientes! Mi chico es de filipinas y cuando me dice que él ha comido balut y que encima están muy buenos, me entran ganas de salir corriendo… Me había prometido a mí misma que cuando fuéramos a Filipinas lo probaría, pero ahora leyendo tu historia y volviendo a ver fotos de los balut, creo que lo voy a dejar para otro día… ¡o para otra vida!
La verdad que en algunas ocasiones lo hemos hecho por vicio y en otras porque no había otra cosa, pero eso sí lo del balut ni que fuera lo último que tuviera para comer, jajajaja