Teníamos la intención de entrar en Francia de nuevo por la zona de Alsacia, pues ya de regreso hacia España queríamos hacer una parada en la preciosa ciudad de Besançón, que os contaremos en un nuevo post. Pero antes de abandonar Alemania no podíamos dejar de visitar Friburgo, capital de la Selva Negra, y se encuentra muy cerquita de la frontera francesa. Llegamos bien temprano para hacer una jornada intensa por ella, y suerte que tuvimos que encontramos un aparcamiento, gratuito, justo a menos de 200 metros a pie del centro de ciudad, en una zona residencial. Fue una visita corta, pero pudimos disfrutar bastante bien de lo que nos puede llegar a ofrecer esta fascinante ciudad universitaria, con su ambiente juvenil, sus tranvías atravesando el casco histórico y sus plazas y parques donde relajarse.
Pionera del ecologismo, es una de las ciudades más sostenibles del país. Aprovechando los recursos naturales que la naturaleza le ofrece como las 2000 horas de sol al año.
Es una ciudad de cuento, con calles estrechas y plazas adoquinadas llenas de terrazas abarrotadas, está considerado uno de los cascos históricos más bellos de Alemania, con una cultura e historia muy ricas, muchos cafés y acogedoras tabernas, cocina de Baden, amable hospitalidad y un entorno maravilloso. Un ambiente, simplemente sureño.
Sencillamente da gusto pasear por él, siempre ajetreado con su bonita catedral de la que destaca de forma especial su torre, una de las más interesantes del medievo alemán, que se va haciendo más afilada a medida que asciende en altura.
Se puede acceder a la airosa torre, desde donde se divisa una magnífica panorámica de la ciudad y sus alrededores.En Friburgo se dice que esta es la torre más bella de la cristiandad, y que su catedral es la única de Alemania construida íntegramente en el medievo. Sus vidrieras son del siglo XIII y fueron donadas por las familias ricas y los gremios de artesanos de la ciudad y el retablo es particularmente interesante, representando una coronación de la Virgen.
La plaza de la catedral es la plaza más grande del centro, y allí se celebra todos los días, excepto los domingos, el mercado semanal, en la parte norte el Bauernmarkt (mercado de los campesinos) y en el sur el Händlermarkt (mercado de los comerciantes). Llama la atención en particular el edificio histórico de grandes almacenes de 1532, con su fachada en color rojo oscuro y las torres de las esquinas pintadas de colores, así como la Haus Zum Schönen Eck, de 1761, que hoy alberga el Museo de la Historia de la Ciudad, y la Alte Wache, hoy la Casa del vino de Baden, una buena forma de aprovechar un edificio antiguo tan bonito. En esta plaza fuimos grabados por una televisión germana, estaban promocionando un robot autónomo que se manejaba directamente por GPS, se ve que le hicimos gracias que ni cortos ni perezosos nos acercamos a él, la gente muy comedida se mantenía un poco al margen, pero nosotros allí que nos fuimos junto a la máquina, y el director del programa mandó grabarnos, sobre todo a Alvaro, no lo dejaban, así que cualquier día aparecemos en algún documental, jejejeje. Aquí también es una buena zona para el almuerzo pues se llena de chiringuitos con las típicas y riquísimas salchichas alemanas, que aparte son sin gluten!!!.
Unas plazas que parecen sacadas de un libro. Entre ellas la plaza de los Agustinos la favorita de los habitantes de Friburgo es la segunda plaza central del casco histórico. Rodeada por antiguos conventos agustinos y por los restos de la antigua muralla, es uno de los puntos de encuentro favoritos en Friburgo, lo que quizá se deba a la gran escalera situada al final de la plaza.
La Plaza del Ayuntamiento, con el ayuntamiento antiguo y el nuevo, la iglesia gótica Martinskirche y la fuente con el monumento al monje franciscano Berthold Schwarz, que vivía en el antiguo convento situado en esta plaza y que, según se cuenta, inventó la pólvora. Oberlinden y Unterlinden son dos tranquilas placitas que poseen un hermoso tilo en el centro cada una.
Da gusto pasear por esta bella ciudad, además si hace un calor bastante importante como el que tuvimos que soportar nosotros lo mejor es hacer como hace todo el mundo, refrescarse los pies, y como?…pues metiéndolos en sus riachuelos, un distintivo inconfundible del histórico casco antiguo. El agua circula alegre por los pequeños canales que discurren directamente junto a las aceras por las calles, desde luego, crean un ambiente agradable. Se dice que, quien meta el pie en un riachuelo, volverá otra vez a Friburgo. Pues nosotros los metimos muuuuchas veces. Volveremos!!!