Durante nuestra larga estancia por la bella Alemania y coincidiendo con nuestra última gran aventura por Europa, muchas fueron las sorpresas que este interesante país nos tenía preparadas, una de ellas es Prora, claro ejemplo que encontramos en la isla de Rügen, impactante por donde la mires, situada en la costa del Mar Báltico y conectada con la Península por el puente que lleva el mismo nombre de Rügen.
De ella os iremos hablando en sucesivos post, pero hoy vamos a centrarnos en una zona que no todo el mundo visita cuando llega a la isla. En este post, os vamos a hablar del pasado y el presente de un lugar muy concreto, se trata de la playa de Prora.
Prora, pasado y presente
Se que a muchos os sonará a chino, a otros más y a muchos de vosotros ni os sonará, es por ello que nosotros decidimos dedicar un medio día a recorrer toda esta zona, que otra cosa no, pero historia la tiene y muy importante, ¡empezamos!.
La Playa de Prora es como su propio nombre indica una playa, que además es de arena dorada y de varios kilómetros de largo. Pero lo verdaderamente significativo de este lugar, no es la playa en si, sino que aquí se construyó en el año 1936 una de las obras faraónicas de la Alemania Nazi. Se trata de un conjunto de edificios que fueron diseñados por la organización Kraft con la pretensión de ser un resort destinado a las vacaciones de los trabajadores alemanes y sus familias, con una capacidad total de unas 20.000 personas y equipado con piscinas, salas para cine y teatro.
A simple vista y cuando se sitúas a su vera, Prora casi da miedo, con una arquitectura tosca, pintado de un color no menos apagado y formado por ocho edificios sobre una extensión de 4 kilómetros a pie de playa. Sus habitaciones con poco más de 5m x 2,5m, no disponían de baño, así que para ducharse y demás menesteres íntimos, hacían uso de unas instalaciones comunitarias en los pasillos, eso si, si estabas de suerte, te daban una habitación con vistas al Báltico. Dicho así no suena demasiado atractivo para disfrutar de unas merecidas vacaciones, pero para los obreros de la época, sin duda era una buena solución para pasar unos días de playa en familia.
Sin embargo, lo que prometía ser un gran complejo turístico, nunca se usó para ese fin, pronto llegó la segunda Guerra Mundial y todo ese sueño se vino abajo, los trabajos que no habían concluido se interrumpieron y los edificios pasaron a ser ocupados por militares que se refugiaban de los bombardeos y terminó siendo una escuela militar y la sede de la unidad de élite de los paracaidistas de la Alemania Oriental. Su deterioro es bien visible acontecido por el abandono que sufren estos edificios desde principios de la década de los 90.
Hoy por hoy, unos y otros siguen discutiendo sobre el destino de esta obra de ingeniería, aunque de momento solo una parte de ella se aprovecha como el Museo y Centro de Documentación de Prora donde además de exponer numerosos trajes militares, encontramos numerosa información sobre lo que os hemos contado anteriormente.
Otra parte de uno de los edificios es la que está ocupada como Albergue juvenil, que por cierto, lo estuvimos visitando y está súper chulo, pertenece además a la cadena Hostelling Internacional y recibe al año a cientos de viajeros venidos de todo el mundo. Consta de 96 habitaciones para 402 huéspedes, con zonas para la práctica de deportes náuticos y otras para disfrutar de la lectura y conversaciones con los huéspedes, ideal también para alojarte si viajas en familia. Lo encontrareis sin problema pues a diferencia del resto de los edificios esta pintado de un blanco luminoso, que lo hace si cabe, un poquito más alentador.
Una vez más, salirnos del protocolo turístico nos hizo descubrir una pequeña parte de la historia de Alemania, que de no haber sido por la curiosidad que siembre nos persigue, hoy no os estaríamos hablando de Prora.
viajar es educar y a eso vinimos.