Rondaba el mes de mayo de 2003 cuando decidimos hacer nuestro segundo viaje importante en familia, con nuestro bebé, de mochila y por libre. Nuestro primer viaje había sido a Grecia el año anterior y la verdad es que todo nos fue genial, pero esta vez fuimos más osados y siguiendo las recomendaciones de nuestros amigos Hernan y Paula argentinos ellos, decidimos hacer las Américas y como no, empezar por su Argentina del alma. Por descontado, uno de los lugares que no podíamos dejar de visitar era el Parque Nacional de los Glaciares en la Patagonia Argentina y en especial su glaciar estrella, el Perito Moreno.
Pero claro, en el mes de mayo en Argentina están metidos en pleno otoño, y nosotros canarios acostumbrados al calorcito, y encima íbamos a viajar con el peque que por aquel entonces tenía 18 meses, os podéis imaginar, teníamos que organizar muy bien la infraestructura del equipaje pues nuestra andadura por tierras argentinas nos iba a llevar del frío extremo del sur del país hasta el tórrido norte y sus paisajes de Iguazú.
Nos encontrábamos por aquellas fechas visitando Ushuaia, también denominada la ciudad más austral del mundo y que os contamos en este post. Para llegar a El Calafate, ciudad que se usa como base de exploración del Parque Nacional de los Glaciares, por problemas meteorológicos no pudimos viajar en bus, una gran nevada tenía cortada la carretera que une Tierra del Fuego con el continente, los vuelos estaban a full y lo único que conseguimos fueron dos plazas en Air Patagonia, en una pequeña avioneta de 18 plazas que nos llevaría hasta Río Gallegos, y desde allí seguidamente tomaríamos un bus, al final nos llevó unas 5 horas llegar hasta El Calafate.
El bebé había empezado hacía meses a comer potajes de verduras entre otras comidas sólidas, así que para no romper en demasía su rutina alimenticia, durante este viaje procuramos hablar previamente con el personal de cocina de los alojamientos elegidos principalmente de los hostels para que nos dejaran utilizar sus cocinas y así poder preparar nosotros mismos la comida del bebé. El Calafate nos gustó, era una ciudad más bien pequeña, hoy en día alcanza los 20.000 habitantes, con una calle principal y unos alrededores de ensueño, situada al borde del Lago Argentino y la cordillera de los Andes como telón de fondo.
Una vez instalados en el hotel Cerro Cristal, por cierto un alojamiento muy acogedor, situado en el centro y regentado por una familia, decidimos que era el momento para hacer una excursión hacia el Perito Moreno, recorrer su inmenso parque y navegar y ver el glaciar de cerca. De camino al parque en bus, fuimos disfrutando del hermoso paisaje que rodea toda esta zona del mundo, algo inimaginable y difícil de explicar con palabras si no estás ahí. El conductor hizo un par de paradas antes de llegar y en ellas pudimos comprobar el intensísimo frío que hace en esta región, 80 kilómetros separan la ciudad del parque de los glaciares, el bebé, seguramente un poco cansado por tantas horas seguidas de bus quiso bajar en una de éstas paradas y comprobó el frío, no hubo forma de convencerle para que se pusiera los guantes, nosotros se los poníamos, él se los quitaba (poco acostumbrado a ir tan tapado) casi se nos congela!!.
El momento cumbre del día fue cuando emprendimos la navegación en busca del famoso glaciar, íbamos a encontrarnos con él cara a cara, éramos el único barco que navegaba ese día y no llegábamos a la veintena de turistas. Estábamos realmente fascinados por tanta belleza, una estampa que habíamos visto cientos de veces en postales, documentales y revistas de viajes, no nos lo podíamos creer, nosotros tres estábamos allí, habíamos llegado con nuestro pequeño hijo casi al fin del mundo. Navegábamos escoltados por el impresionante glaciar de color azul añil, entre un frío que apenas nos dejaba articular palabra y el silencio solo perturbado por el estruendo producido por la caída de grandes trozos de hielo que se desprendían del glaciar y terminaban en el agua levantando grandes olas a escasos metros de nuestro barco, algo que al pequeño Álvaro y a nosotros también nos llamaría mucho la atención por su espectacularidad.
El pequeño bebé al que apenas se le entendía cuando hablaba, no dejaba de gritar “púmbale pal agua”, “pumbale pal agua”, con cada desprendimiento un grito y un gesto con sus bracitos de arriba a abajo, con sus ojos bien abiertos para no perderse nada de esos momentos, ni el frío lo amilanaba a taparse y dejar de mirar, su pequeña nariz iba tornándose más que roja, morada pero él seguía impasible observando como aquella tremenda mole de hielo se resquebrajaba ante nosotros.
Además de navegar por sus heladas aguas, también recorrimos el parque por la zona de las pasarelas, algo muy cómodo para nosotros que llevábamos la sillita del bebé y podíamos rodar por ellas sin ningún tipo de problema. Desde ésta otra parte del parque se disfruta de otra perspectiva del glaciar, se observa más su grandiosidad, pudimos comprobar como el glaciar sigue creciendo año tras año devorando todo lo que se le pone por delante. Allí le dimos el almuerzo al “gordito” como lo calificaron cariñosamente los argentinos, que mejor lugar en plena naturaleza y que mejores vistas en el mundo para comerse un termo lleno de potaje calentito que le habíamos cocinado momentos antes de partir en nuestro hospedaje.
El frío golpeando nuestras caras, nuestros ojos clavados en el enorme Glaciar Perito Moreno y nuestro pequeño hijo tomándose tranquilamente su almuerzo… una bonita estampa que quedará para siempre en nuestra memoria.
NOTA.- Como ya os hemos contado este viaje lo hicimos hace ya más de 10 años y no tenemos información útil actualizada de cómo están las cosas hoy en día para visitar este Parque Nacional. Os podemos contar que en aquel entonces recordamos haber pagado 20$ por persona en la entrada, el bebé no claro, sinceramente nos pareció mucho dinero en aquel entonces, aunque realmente la visita lo merecía.
La información referente a hospedajes, tarifas y lugares para comer o medios de transportes preferimos que lo busquéis vosotros para no llevaros a confusiones ya que según nos han dicho hoy en día la economía en Argentina no es la misma que cuando nosotros la visitamos, recién habían sufrido el corralito.
Una vez más nuestra aventura viajera con el pequeño Álvaro había sido todo un éxito!!.
Las fotos fueron hechas en formato díapositiva y después escaseadas.-