Poco después de enterarnos de que nuestro pequeño Álvaro era celiaco y en contra de amedrentarnos, decidimos planificar nuestro próximo destino de viaje y el elegido no podía ser otro que el enigmático México.
Llevábamos tiempo queriendo visitar el país de los Mayas y como ya habíamos estado con el niño por Grecia y Argentina las largas distancias no nos asustaban. Tampoco nos preocupaba la duración del viaje, treinta días y mucho menos la forma de llevarlo a cabo, totalmente por libre.
Álvaro por aquel entonces contaba dos años y medio y como cualquier niño de su edad tenía a Doraimon como personaje favorito, bueno para alguno de nosotros los mayores también.
Fuimos preparando la logística del viaje y por casualidades de la vida, emitieron un capítulo en la tele en el que Doraimon viajaba con sus amigos al Reino de los Mayas, a México. Genial! ya teníamos una motivación para nuestro pequeño Álvaro, si Doraimon estaba en México, nosotros iríamos a buscarlo. Llegó el gran día y los tres una vez más partíamos hacia una nueva a ventura, en este caso con la misión de encontrarnos con nuestro personaje favorito, el gran Doraimon.
Nunca olvidaremos nuestra visita a las majestuosas ruinas de Chichen Itzá, era el lugar elegido por Doraimon y nosotros estábamos allí, no os podéis imaginar la emoción que invadía el cuerpo que aquel pequeño rubio y como sus grandes ojos abiertos como platos contemplaban la gran pirámide, el Templo de Kukulkán. A pesar de que por aquel entonces (año 2004) todavía dejaban subir a las pirámides, no así a los más pequeños. La edad mínima permitida superaba con creces los dos añitos de nuestro gran explorador.
Álvaro era un niño muy activo, nada temeroso, más bien diremos que era muy atrevido para su edad y tremendamente ágil. Por todo ello decidimos arriesgarnos y subir con él a la gran pirámide. Ni decir tiene que el enano la subió sin vacilar, solo tenía una meta llegar hasta la cima para por fin encontrarse con su ídolo. Había recorrido muchos kilómetros en avión, dormido en varios buses y caminado demasiado bajo el tórrido sol mexicano como para no culminar su deseo de encontrarse con su amiguito.
Al llegar a la cima de la pirámide y darle varias vueltas, Doraimon ya no estaba. Había estado allí claro que había estado, nosotros lo vinos en la tele, pero como gran viajero que era, ya se había ido a otro lugar en busca de más aventuras. Os podéis hacer una idea de la cara que se le quedó a nuestro pequeño gran viajero. Disgustado, cansado y sobre todo muy enfadado, llegó el momento de bajarnos de la pirámide, poco nos podíamos imaginar los papis la que nos tenía preparada.
Desde que empezó el descenso y a pesar de repetirle una y otra vez la manera en la que debíamos hacerlo para no sufrir ninguna caída el indignado pequeñajo se empeñó en hacer todo lo contrario. Le pedíamos que lo hiciera sentado, o de lado agarradito a la cuerda situada en el centro a modo de pasamanos, pues no!, el quería bajarla de frente…recuerdo que nos decía, así no se bajan las escaleras! Tu lo dijiste mamá!, Tu lo dijiste papá! Gritaba.
En aquel momento todo se tornó difícil de soportar, hacía un calor sofocante, el sol abrasaba, el pequeño enfadado, el vértigo y la desesperación hacían mella en una madre que sentía que quizás había sido demasiado atrevida al permitir que su pequeño subiera a la pirámide.
Para los que tuvisteis la oportunidad de subir a este templo, sabréis el peligro que entraña el descenso del mismo, por su altura, inclinación y sobre todo el estado resbaladizo y la desigualdad de sus peldaños. Quizás por ello y a modo de precaución hoy en día no sea posible subir por ella. Poco a poco y casi sin darnos cuenta todo fue volviendo a la normalidad, los Dioses al vernos un tanto desesperados, debieron ponerse de nuestra parte y guiaron al pequeño hasta completar el largo y peligroso descenso.
México nos embriagó con su cultura, su gastronomía y sus paisajes, nos llenó de luz encandilándonos con su fuerte sol, pero sobre todo nos contagió de simpatía y alegría, la que transmiten sus gentes.
Han pasado diez años y nuestro pequeño explorador ya no persigue a Doraimon, se ha convertido en un joven viajero que ahora persigue el sueño de volver a México para volver a contemplar sus maravillas.