Seguramente que a muchos de nosotros, por no decir a la mayoría, cuando oímos la palabra Colonia, se nos vienen a la mente automáticamente dos cosas, la primera, la ciudad alemana que lleva el mismo nombre y la segunda ese perfume suave y fresco al que llamamos de la misma manera que la ciudad.
Como en la vida, pocas cosas suceden por casualidad y en este caso no iba a ser diferente, la relación entre la ciudad y el perfume van unidas desde que un verano de 1709 el visionario de origen italiano y afincado en esta ciudad alemana llamado Giovanni Maria Farina fundara su fábrica de perfumes, en la que dio vida a la mundialmente conocida como Eau de Cologne o Agua de Colonia.
No poco consciente de lo que había creado, dijo de ella que le recordaba a su país, Italia, y concretamente a sus mañanas de primavera, por su olor se asemejaba al de las hojas del naranjo y a los narcisos silvestres recién mojados por la lluvia. Fuera lo que fuere a lo que le recordara el suave y ligero olor del Agua de Colonia lo que está claro, es que no tenía nada que ver con los perfumes que se usaban en la época, cargados y espesos en demasía.
Pronto ese Agua de Colonia se convirtió en uno de los artículos de lujo de la época, tanto es así que un funcionario medio debía invertir la mitad de su salario anual si quería conseguir hacerse con un frasco pequeño. Uno de los fieles adeptos y de renombre que disfrutaban del Agua de Colonia eran Napoleón Bonaparte y su esposa Josefina, se comenta que a pesar de su elevado coste, Napoleón prácticamente se bañaba en ella, llevaba el frasco del Agua de Colonia metido en el lateral de una de sus botas y ya se sabe… en el campo de batalla a falta de un buen baño, ducha con Agua de Colonia.
Hoy en día, la vieja fábrica, considerada como la fábrica de perfumes más antigua de mundo, sigue abierta, aunque ahora convertida en museo-tienda y regentada por la octava generación de los Farina. Para la ciudad este antiguo y bello edificio, sigue siendo un sello de identidad que visitan prácticamente todos los turistas que arriban a Colonia.
Nosotros como no podía ser de otra manera siendo turistas como éramos también fuimos a visitarla, pero esta vez en compañía de nuestra guía turística y amiga Natalia. Gran experta en la materia, nos fue relatando con un sinfín de anécdotas la historia que rodea a este gran descubrimiento que es el Agua de Colonia. Un interesantísimo recorrido por el museo en el que además de contemplar numerosos objetos que pertenecieron al famoso perfumista o aprender como se elaboraba el Agua de Colonia, también descubrimos como se convirtió en un artículo de auténtico lujo.
La buena de Natalia nos tenía una sorpresa preparada que como todo lo bueno llegó al final de la visita. Casualmente se encontraba en el interior de la tienda anexa al museo, nada más y nada menos que una de las herederas del imperio Farina. Una elegante señora nonagenaria a la que Natalia conocía desde hacía años y a la que no dudó en presentarnos, de repente un intenso cosquilleo invadió nuestros cuerpos, ¡que lujo! ¡que nervios!, íbamos a tener la oportunidad de saludar personalmente a una de las descendientes del gran perfumero Farina. Nos acercamos a ella y Natalia le comentó quienes éramos, la señora Farina muy amablemente no dudó en saludarnos con un par de besos y no contenta con ello, nos hizo entrega de unos obsequios y como no, entre ellos había unas botellitas de su maravillosa Agua de Colonia que guardamos con gran cariño.
Gracias Natalia por esta inolvidable experiencia!