Muchas veces antes de iniciar un viaje llevas grandes expectativas del lugar que vas a visitar, seguramente vas con bastante conocimiento de él con unos conceptos preconcebidos, te has informado por otros blogs de viajes, guías, documentales de televisión, un sin fin de información que hace que lleves una idea que muchas veces no colman tus expectativas.
A nosotros nos ocurrió con Beijing. No sabemos si por el calor que hacía (mes de julio y con ola de calor, llegamos a superar los 40ºC), si por la cantidad de gente que encontrábamos por todos lados, atracciones turísticas, estaciones de tren, metro, buses, bares, etc…, eran las vacaciones de la gente local y ya sabéis, en China no es como en España, allí se mueven una gran cantidad de personas a la vez, hay mucho chino en China!!! Quizás nos afectó también lo irrespirable del ambiente a veces debido a alta contaminación que sufren, no sabemos, pero nuestras primeras sensaciones no fueron todo lo buenas que esperábamos. Menos mal que hay muchos hoteles y fuimos con uno reservado y no tuvimos que ponernos a buscar como solemos hacer con casi todos los destinos ya que si no hubiésemos encontrado a las primeras de cambio, locos nos hubiéramos vuelto.
Aún así, una vez superados estos pequeños/grandes inconvenientes, supimos disfrutar de la ciudad como se merece.
Nuestro hotel no era nada del otro jueves, con cierto aire retro pero modesto, adaptado a nuestro presupuesto y a nuestras necesidades, que por cierto, suelen ser bastante normales, ya sabéis, baño y sábanas limpias y poco más, eso si, a poder ser que sea céntrico para poder acceder con facilidad a los puntos más interesantes de la ciudad sin tener que vivir montados en metros o buses.
Todas las visitas las hacíamos por la mañana, bien temprano nos poníamos en marcha para intentar esquivar el calor en la mayor medida posible, dada la buena ubicación en la que nos encontrábamos alojados, era tarea fácil.
Visitamos la Ciudad Prohibida, saltamos en La Plaza de Tiananmen, rezamos en el Templo Lama de Yonghegong, paseamos por los preciosos callejones donde se encuentran los hutong, viviendas más antiguas de la ciudad donde siguen viviendo la gente más vieja del centro de Beijing, estuvimos flotando en lo alto del Templo del Cielo, subimos a la Montaña Carbón, corrimos en la Villa Olímpica y como no, nos paseamos por un sinfín de variopintos mercados callejeros, cargados de prendas de imitación de todas las mejores firmas a nivel mundial y como no, mercados de comida de todo tipo, y cuando decimos de todo tipo, es que vale todo lo que sea comestible jejejje, ya os podréis imaginar la cantidad de bichitos enfilados en brochetas a punto de pasar por aceite y quedar de lo más crujientitos para el deleite de nuestros occidentalizados paladares…
Al final de nuestra estancia en esta majestuosa ciudad, habitada por más de 20 millones de personas, sin contar claro los que venimos de fuera a visitarla, podemos decir que no hay que perdérsela, que si bien puede resultar un tanto caótica, sobre todo si la visitáis en pleno verano como nosotros, es sin duda una ciudad llena de história.
Beijing, rodeada de mitos y leyendas, algunas escalofriantes, cuna de poderosos emperadores, arropada por bellísimos palacios y adornada con luminosos farolillos rojos que le dan ese toque místico… pero no nos engañemos para nosotros la ciudad también ha sido un poquito decepcionante por el comportamiento de algunos ciudadanos que tienen por costumbre ensuciar sus calles con basura, escupir, gritar, empujar y colarse, algo que choca bastante con nuestra cultura.
En cualquier caso, estos desagradables detalles también forman parte de esta milenaria ciudad de Beijing, capital de China y seguimos pensando en que tenemos que darle una segunda oportunidad, una gran ciudad como esta se lo merece.